La preferencia es del coche.
En los últimos 50 años el aumento exponencial del uso del automóvil como elemento básico de transporte privado de personas, ha tenido una serie de consecuencias muy graves en cuanto que se ha relegado a un segundo plano el derecho de las y los peatones de las ciudades y pueblos a circular libremente y de manera cómoda por su entorno, incluso con riesgo a sufrir un accidente.
En paralelo, la migración de parte de la población del centro y sur de la península que dejaba sus ciudades y pueblos de origen, en búsqueda de un trabajo seguro y algo mejor remunerado en una ciudad hiperindustrializada, es por todas sabido que provocó, durante esas mismas décadas, el boom inmobiliario que hizo su presencia definitiva en nuestra comarca.
Estas dos bombas circunstanciales convirtieron a los vecinos y vecinas de las poblaciones que, anteriormente fueron los protagonistas de las relaciones sociales, festivas y culturales en calles y plazas en elementos extraños y ajenos, en frente de un laberinto de aceras, pasos de cebra, semáforos, isletas, líneas discontinuas y peligrosos artefactos que circulaban con el paso de los años a velocidad cada vez mayor, más ruido y más contaminación.
Es cierto que el concepto de movilidad sostenible e incluso solo de movilidad, con el que ahora se trabaja desde las instituciones públicas a la hora de diseñar los planteamientos urbanísticos, no se contemplaba en aquellas décadas de los 70, 80 y 90, pero todavía hoy nos encontramos con situaciones incomprensibles, en un muy avanzado siglo XXI.
Un claro ejemplo de lo anterior lo podemos sufrir en la plaza de la Iglesia, en la población de Paiporta, en la que una vía habitual de paso de miles de personas, normalmente usuarias del metro, que cruzan a pie dicha plaza han de esperar resguardadas, mirar a ver si no pasa ningún coche y cruzar rápido para evitar ser arrolladas por un vehículo a motor con obsoleta preferencia en una horrenda curva que, sin ningún criterio urbanístico sostenible rompe la plaza en dos.
Esta plaza pide a gritos una renovación integral, así lo declaran los técnicos urbanísticos, pero mientras no se acomete este proyecto y obra, la seguridad de los y las peatones es lo primero. Medidas técnicas sencillas las hay, no seré yo quien las exponga. A mí me corresponde la denuncia y la exigencia de que se proteja a la gente de Paiporta en este punto negro y en otros tantos, que los hay.
Alberto Torralba Campos